Continuamos nuestro recorrido por las diferentes capillas de la Catedral de Santiago de Compostela. Hace una semana os hablamos de las capillas de la nave principal y del crucero. Visitaremos ahora las situadas en la girola.
Pero antes de adentrarnos en ella, merece la pena detenernos en la capilla de la Concepción o de la Prima. Tiene algunos tesoros artísticos de gran valor: un Descendimiento del siglo XVIII y una imagen policromada de la Inmaculada labrada en piedra por Cornielis de Holanda en el siglo XVI.
Entramos en la girola y de frente se hallan las escaleras que descienden a la tumba del Apóstol. A la izquierda está la capilla de San Bartolomé o de la Santa Fe, que todavía conserva restos de su primitiva edificación románica. El pequeño altar plateresco cobija las imágenes de la Virgen del Buen Consejo, la de Santiago Peregrino y la de San Bartolomé. Al lado de esta capilla está la de San Juan Apóstol y Santa Susana.
Contigua a la anterior es la capilla de Nuestra Señora la Blanca, de forma irregular debido a los muros románicos de las capillas laterales. La bóveda es de crucería apoyada en columnas con capiteles vegetales. En el retablo se encuentra la imagen de la Virgen, obra de Gregorio Fernández.
En el centro de la girola se ubica la capilla del Salvador, lugar por donde se inicia la construcción de la Catedral. En los capiteles de las columnas de entrada están represtados Diego Peláez y el rey Alfonso VI. También vemos aquí un retablo policromado que mandó construir Alfonso III de Fonseca.
Esta capilla linda con la Puerta Santa que se abre únicamente en los años santos, es decir, cuando el 25 de julio coincide en domingo. Se encuentra flanqueada por dos esculturas románicas. Sobre el dintel vemos una de las cruces de consagración de la Catedral y en las jambas, otras dos cruces sencillas por las que los peregrinos acostumbran a pasar los dedos mojados con el agua bendita que hay en la pileta colocada en la puerta.
A la derecha está adosada la capilla de San Pedro o de la Azucena. Preside esta capilla un retablo barroco realizado por Fernando de Casas y Novoa. A la capilla de Mondragón o de la Piedad, contigua a la anterior, también se la conoce como capilla del marqués de Santa Cruz. Fue levantada por el arquitecto Jácome García en el primer tercio del siglo XVI. El Descendimiento que hay en ella es una obra renacentista.
Llegando ya a la intersección con el crucero sur, se entra en la capilla del Pilar (construida entre 1696 y 1723). Tiene una cúpula con forma octogonal y profusa decoración. Destaca su imagen de la Virgen del Pilar tallada en piedra, que se trajo desde Zaragoza.
Antes de continuar por el crucero sur de la Catedral, subiremos al camarín del Apóstol para darle el tradicional abrazo y bajaremos después a la tumba donde reposan sus restos.
Bajaremos las escaleras donde se observan las huellas que dejaron millones de peregrinos. Una vez en la girola giraremos a la izquierda y descenderemos por otras estrechas escaleras que conducen a la cripta que hay debajo del altar mayor, donde se encuentra una urna de plata con las reliquias del Apóstol. Desde este punto se contemplan los púlpitos del altar mayor, realizados por Juan Bautista Celma (1583) y el cimborrio de estructura gótica sobre el crucero, del que cuelga la maroma del botafumeiro, el gran incensario de la Catedral.
A la izquierda, bajo la otra nave lateral del crucero, se hallan dos puertas que dan acceso al claustro de la Catedral y a la sacristía. Al lado de ellas aparece un tímpano con un relieve de la batalla de Clavijo (siglo XI).
Doblando la nave lateral con la central, después de recorrer un tramo pétreo y varios confesionarios, llegamos a la capilla de las Reliquias y a la de San Fernando. En el vestíbulo de ambas contemplamos el sepulcro del obispo Teodomiro, encontrado en unas excavaciones en 1955 y bajo cuyo pontificado fue descubierto el cuerpo del Apóstol. Se veneran en esta capilla 140 reliquias entre las que destacan los cuerpos de los santos Fructoso, Cucufate, Silvestre y Susana.
Frente a esta capilla se encuentra la de San Fernando que hoy guarda el tesoro de la Catedral.
Abandonando las capillas laterales, salimos a la nave central llena de preciosas lámparas de araña y órganos. Desde este punto se admira todo el esplendor del altar mayor, obra magistral del arte barroco (1658-1777) en el que participaron artistas como Pedro de la Torre, Francisco de Antas o Domingo de Andrade, entre otros.